Cumplió 92 años e inventó las golosinas más icônicas de los 80, entre ellas los Tubby 3 y 4

Francisco Belotti tiene una amplia trayectoria como creador de más de 50 productos que quedaron en la memoria de los argentinos.

Nacionales 28/05/2023
tubby
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Hay cosas que no se olvidan y permanecen intactas en su memoria. Cuestiones vinculadas a lo más profundo del alma, a la niñez, y que traen recuerdos imborrables, que sacan una sonrisa.

Quizás uno de ellos sean las golosinas, un tema del cual Francisco Bellotti (92 años) es claro responsable.

En su haber cabe un curriculum largo, con 50 productos distintos que hizo para la empresa Bagley, además de otros tantos que creó para las empresas Fanacoa, Havanna y Stani. “Pensaba en algo que le pudiera gustar a los demás, si se elige una materia prima que a la gente le gusta habrá más posibilidades”, expresa Francisco.

Entre sus productos más exitosos se encuentran el Tubby 3, el Tubby 4, el chocolate Graffiti, los bombones Amore, las galletitas Tentaciones y los alfajores Blanco y Negro.

En diálogo con este diario, el inventor relata en que basó para realizar sus productos, su pasión por la música, el reconocimiento por lo que hizo y su visión sobre lo que tiene que tener una buena golosina.

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Pasión por su trabajo

Crecido en la ciudad de Vicente López, Francisco estudió química en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) y luego comenzó a trabajar para distintas empresas desde muy joven.

En un principio trabajó en un laboratorio farmacéutico y luego le tocó la posibilidad de trabajar en empresas. Lo hizo para Fanacoa, Stani y Bonafide, hasta arribar a Bagley, empresa para la cual empezó a trabajar teniendo que viajar de Buenos Aires a San Luis.

“Iba desde Vicente López hasta Villa Mercedes todas las semanas. Tenía que viajar en avión hasta allá y volver”, cuenta Francisco.

Por su parte, explica que en un principio a él solo le tocaba dirigir. “Llegó un momento en el que me cansé de esa función y dije que iba a desarrollar productos”, relata.

De esta manera, finalmente a Francisco le llegaría la oportunidad de poder crear. Lo tendría que hacer nada más ni nada menos con un clásico de la empresa, a la que tenía que buscarle un cambio especial para generar un nuevo producto para el consumo del público.

“Un día me dijeron ´seremos la mejor oblea del mundo, pero hay que vestirla con algo´, por lo que comencé a pensar en que le podíamos sumar. Y se me ocurrió bañarla en chocolate”, destaca el inventor.

Fue de este modo que surgió el producto del Tubby 3, un producto que tuvo una gran repercusión y fue de las golosinas más consumidas que tuvo la década del 80, acompañada por una canción pegadiza que sonaba en los comerciales.

“Yo soy un Tubby, que andaba solo en una ciudad pesada. Hasta que un día encontré a una Tubby y quiso que la acompañara”, rezaba el “jingle” del producto, que sonaba a través de los televisores de los argentinos.

Por su parte, luego crearía la Tubby 4, golosina que llevaba una crema de maní, una capa de caramelo de leche, una lluvia de maní tostado y una cobertura de chocolate.

“Siempre tuve una libertad absoluta para crear productos. Nunca nadie me pidió nada”, señala el hombre.

Francisco tendría, a su vez, un viaje a Suiza en búsqueda de cerrar un trato con alguna de las empresas principales de ese país, con la premisa de poder generar en Argentina un producto como si fuera suizo.

“Teníamos que conseguir un chocolate tipo suizo o Lindt, que es la principal marca de chocolate de Suiza. Mi idea era fabricar algo así en Buenos Aires e importarlo, pero nos dijeron que no. Así que luego con Maison Cailler (marca de ese país) y comenzamos a trabajar con ellos”, detalla el hombre.

Al referirse a las diferencias que existen respecto al chocolate que se hace en Suiza, Francisco considera que en ese país se cuenta con una ventaja que radica “en la materia prima”, como “la leche que se usa” para hacer el producto.

Por otra parte, el inventor se refirió a que tiene que tener un buen producto para tener éxito y apuntó que en ese aspecto “la materia prima es fundamental”, y siempre es bueno pensar en “cosas que ya consume la gente de por sí”, y después tener máquinas que permitan realizar bien el proceso de conservación del frío, entre otras cuestiones.

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